Canción femenina

La Canción Femenina, de autoría desconocida, canta haciendo un llamado a la libertad de las mujeres, especialmente en un contexto de auge del movimiento feminista y anticlerical, de comienzos del siglo XX.

Ficha

Música: Vincenzo Bellini (1801-1835) música del coro de Norma

Texto: Autoría desconocida

Causa: Feminismo

Tema: Derechos de las mujeres

Publicada en: Cancionero revolucionario, recopilado por Armando Triviño (Santiago: Editorial Lux, 1925); Cancionero socialista, recopilado por Luis A. Jara C. (Antofagasta: Imprenta El Socialista de la Federación Obrera, ca. 1920)

Canción femenina en Cancionero revolucionario, recopilado por Armando Triviño (Santiago: Editorial Lux, 1925)

Canción femenina en Cancionero revolucionario, recopilado por Armando Triviño (Santiago: Editorial Lux, 1925)

Contexto

Los movimientos feministas de inicios del siglo XX fueron notoriamente heterogéneos en su composición. Mientras algunos estaban conformados por mujeres provenientes de la burguesía y la oligarquía, otros contaban entre sus filas a dirigentas sociales y trabajadoras, muchas de las cuales ya estaban organizadas en asociaciones gremiales y sindicatos. Asimismo, los objetivos del feminismo fueron diversos. En algunas ramas, se promovía la creación de derechos sociales y económicos para las mujeres en el ámbito familiar, lo que incluía el poder para disponer de sus salarios y bienes durante y después de sus matrimonios; mantener el cuidado personal de los hijos e hijas tras una separación, anulación o divorcio; y heredar sin perder prioridad por causa de su género. Otras facciones se encargaban de la promoción de derechos políticos, particularmente la anticoncepción, el aborto y el sufragio, mientras que otras luchaban por el derecho de las mujeres a alfabetizarse, acceder a la educación superior e insertarse en el mundo laboral. Aunque la adopción de uno u otro objetivo fue transversal a las clases sociales, los enfoques tendían a ser disímiles a fin de representar los intereses de sus adherentes.

Si bien no todos los grupos exclusivamente femeninos fueron feministas, los gremios de trabajadoras sí representaron un espacio importante de desarrollo que, de una forma u otra, se alineaban con la búsqueda de justicia social propuesta por los movimientos militantes. A través de la asociatividad, las mujeres de cualquier estado civil podían asegurarse de contar con servicios que no eran proveídos por el Estado pero que les eran indispensables para sobrevivir, como atención médica, apoyo legal, pensiones y sepultura. Esto resultaba especialmente relevante para las personas más vulnerables que, a menudo, encontraron en las compañeras de los gremios el único apoyo emocional y económico para subsistir.

La multiplicidad de demandas feministas, así como los conflictos por los liderazgos, llevaron a que el movimiento tuviera épocas de unión y de fragmentación. Esto fue algo común tanto en América como en Europa. En tanto, los avances científicos y tecnológicos, la obtención de derechos y la laicización del Estado promovieron que las luchas por la igualdad de hombres y mujeres —y también por los derechos de niños y niñas— tuvieran demandas cada vez más específicas y alineadas con las necesidades de las mujeres para integrarse plenamente en las sociedades del siglo XX.

Texto (español)

Canta, altiva mujer, pero canta
la grandiosa canción del honor,
porque hoy nuestra cerviz se levanta
roto ya el yugo embrutecedor.

Ya no oprimen, ya no, la conciencia
los resabios brutales de ayer
que ignorancia sembró más que ciencia
en la pobre y esclava mujer.

Ya no somos las siervas sumisas
que sueñan un vivir celestial;
ya no nos entretiene con misas
el feroz mercader clerical.

Quita, quita farsante del cielo,
ya no somos la cándida grey;
ya feliz la mujer con anhelo
ve que muere ese Dios y esa ley.

Dios, palabra, no más, del pasado,
fue la herencia de miedo salvaje;
Dios no cabe en el ser que es honrado
porque es para el saber un ultraje.

De la Iglesia la esclava hemos sido,
del patrón, del marido brutal;
y jamás terminar han querido
esa triste ignominia sin par.

¡Ya!, ¡sacudo sin miedo la frente!
Tu mirada sea el rayo feliz,
su palabra conmueva a la gente
que mañana alce altiva cerviz.

¡Oh, mujeres! No seamos más necias,
¡seamos libres!, ¡abajo la cruz!,
¡junto con las horribles iglesias
que por siglos negaron la luz!

No queremos, ya, el cielo ofrecido
ni esa gloria mentida de Dios;
la mentira más grande que ha sido
fuente de oro del clero ladrón.

 

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